Hace unos días me levantaba a las 7 de la mañana con toda la
ilusión del mundo dispuesto a coger el AVE que me llevaba a Figueres,
implicando en el asunto a pareja y descendencia (los más cabales del hogar),
con la excusa de hacer turismo por la zona. Después de una mañana descubriendo
el Castell de Sant Ferrán, un largo paseo por la zona del centro de la ciudad,
y una agradable estancia en el Café París para reponer fuerzas, me dirigí a pie
hacia Vilatenim. Consejo: No hagáis caso a pies juntillas a google maps, porque
os podéis encontrar bordeando la autovía saltando por el barro entre rieras de
riego.
En media horita me había plantado en el estadio, con el
tiempo necesario para encontrar un hueco preferiblemente apartado donde poder
vivir mi partido. Un tuit por aquí, una foto por allá, unas cuantas protestas
subidas de tono para árbitro y asistente por la inverosímil expulsión de Carlos
García, muchos nervios, y una explosión de alegría y rabia final con el gol en
propia puerta que nos daba un punto inesperado. Y a 7 de la permanencia y sin
ganar a nadie emprendí viaje de vuelta, feliz por vibrar con mi equipo.
Eran ya las tantas y con la cena del peque hecha me puse por
fin frente al ordenador, a seleccionar y recortar fotos (que me perdonen Álex
Gallardo o Andrés Burgos por el intrusismo y el haber aprendido tan poco de
ellos) mientras diseñaba mentalmente cómo empezar el relato que recopilara las
sensaciones de algo más de 90 minutos en un rinconcito en la web. Y esta vez,
como tantas otras, publicas, recibes unos cuantos likes por Facebook mientras
en twitter te retuitean los fieles de casi siempre, pero sobretodo ves que muchos
vais clicando en el enlace. Compruebas que compartes tu afición con más gente,
y es reconfortante.
Pero luego viene el día siguiente, y lees esto aquí, lo otro
allá, te escriben, te cuentan… y llega un punto que todo lo que rodea este mundillo no te vale la pena.
Ya cometí el error de seguir a “contracor” en una ocasión, y no lo volveré a
hacer, no tengo ganas de dar según que noticias, de defender cosas en las que
no creo, de contar verdades a medias, o de tener que medir qué puede perjudicar
al club y qué puede ser injusto para otras personas. Y como el leitmotiv del
blog no es autolesionarse sino compartir una pasión, mejor tomarse un respiro
para cuando lleguen momentos más agradecidos; y aquí si leéis el segundo
párrafo ya entendéis que no me refiero a grandes victorias en un campo de
fútbol.
No me entendáis mal. Cuando esta directiva de socios
preocupados por el club entró, confiaba en todos menos en uno (como el chiste
pero en serio), y de momento sigo pensando que no me equivoqué. Aunque se
pelearan entre ellos y ahora sólo queden unos cuantos, y aunque estos hayan
tomado un camino que hoy no entiendo y por tanto no comparto, seguro que lo han
hecho porque creen que es la mejor forma de que el club salga de la difícil
situación en la que se lo encontraron. Quién sabe, igual de aquí un tiempo
hasta me han convencido; me suelo equivocar bastante. O igual no, también os lo
digo.
No me entendáis mal (2). No estoy cerrando el blog ni
cesando su actividad sine die como sí hice en su día. Es de Enrique Ballester la
frase que decía que “me moriría feliz siendo un viejecito que ha estado 50 años
escribiendo del Castellón”, y no puedo hacer otra cosa que suscribirla (cambiando
lo del Castellón claro, que ni me va ni me viene). Seguiré por aquí hablando de
lo que me pida el cuerpo, a poder ser de historia y estadística, mucho más
agradecida que la actualidad, pero sobretodo lo haré cuando me apetezca, cuando
disfrute escribiendo como he podido hacer estos últimos meses.
Reabrí el blog con una canción de Iván Ferreiro que rezaba que
“los principios son finales disfrazados de oportunidades”, plenamente
consciente de la etapa en la que me embarcaba. Para seguir la tradición dejo la
persiana a medio bajar con otros minutos musicales, esperando la
próxima vez que “El indomable Halley Star” cambie inercia por inspiración.