El Gavà puso punto y final a la
temporada 2018/19 con una victoria que garantiza su continuidad en 1ªCatalana.
Después de dos descensos consecutivos -por motivos diferentes- el Gavà ha
conseguido lo más difícil, parar el golpe, y ahora tiene una base sobre la que
reconstruirse, al menos deportivamente hablando.
La temporada no ha sido fácil,
empezando por el principio. El acuerdo entre EF Gavà y Gavà para la gestión
deportiva del club trajo consigo
la llegada de Albert Poch a la dirección deportiva, a José Manuel Serrano al banquillo, y a muchas
caras conocidas de vuelta al vestuario. No fue sencillo confeccionar una
plantilla con un club que se había hecho tristemente famoso por estar siempre
envuelto en la polémica y los impagos, e incluso se dio en más de un caso de fichaje
apalabrado que acababa dando marcha atrás para fichar por otro club.
Se arrancó la pretemporada con
jugadores de la casa que llevaban tiempo sin competir (casos de Albert Sancho o
Sergio López), o varios jugadores que procedían de 2ªCatalana (Adri Moreno,
Espi, Euge, Morata, Barroso, Joan Vázquez, Pau Punzano, Matías Rubio, Pau Mañé,
Dowi) o incluso 3ª Catalana (Miqui, Marc Martínez). La figura del delantero
centro, básica en una categoría así, recaía en el brasileño Junior, que la
temporada anterior había enseñado algún destello, siempre como extremo.
Pese a ser un equipo nuevo al 95%,
los resultados en pretemporada fueron más que aceptables, lo que contribuyó a
dar publicidad a un objetivo que no era tal. La pretemporada además tuvo peaje.
Marc González recayó de su lesión apenas comenzar a entrenar, y Miqui cayó
lesionado en el último partido de pretemporada para perderse todo el curso, mientras
que Pau Mañé, máximo goleador de la pretemporada, entró en una espiral de molestias
que le llevaron a abandonar antes de acabar. No fueron las únicas bajas no
deseadas casi antes de empezar, Dowi, que pese a no mostrar un gran estado de
forma apuntaba a fijo, protagonizaba un lamentable suceso en un amistoso y era
expulsado del club.
El calendario no era amable y las
primeras dudas saltaron pronto. El Gavà no ganó ningún partido hasta la jornada
6 (Balaguer), y no volvería a hacerlo hasta 2019. Ganar en casa se ponía cada
vez más cuesta arriba (especialmente rocambolescos los partidos ante Vista
Alegre y Lleida B), y el aspecto mental era un pesado lastre que condicionaba
el factor “suerte”, véase el efecto claro sobre los penaltis (4 ha fallado este
curso el Gavà, tres de forma casi consecutiva).
El primer punto de inflexión en
cuanto a actitud lo situaría en Igualada, con la reacción del equipo en el segundo
tiempo. Ante un equipo que en el primer tiempo había sido mejor, que ya luchaba
por estar arriba, el Gavà sacó el orgullo y apartó las dudas para llevarse un
punto que bien podrían haber sido tres. El cambio de chip apenas se tradujo en los
marcadores, pero pese al jarro de agua fría ante el Borges (remontada final) el
Gavà dio el do de pecho en el Municipal de Viladecans, aunque nuevamente saliera
casi de medio vacío.
El síndrome de los penaltis
fallados, el síndrome de los goles encajados a pelota parada, el síndrome de
las remontadas en los últimos minutos… demasiados males para un equipo que en
condiciones normales estaría deprimido y hundido. En Navidad más de uno me
preguntó si creía que nos salvaríamos. Con un equipo penúltimo a 6 puntos de la
salvación y 1 sola victoria en 16 encuentros, ser optimista sonaba excesivo. Compartí
con ellos que habíamos competido con todos y que daba la sensación de que podíamos
ganar a cualquiera. Ante la respuesta de uno de ellos poco podía decir “podemos
ganar a cualquiera sí, pero es que no ganamos a nadie”.
No es que no se creyera en el
equipo, pero daba la sensación de que necesitaba algo más para revertir la
solución. Sin casi fichajes y con algunos problemas que no han trascendido, se
añadía la marcha de Junior a Francia. A falta de incorporaciones, Joan Vázquez,
interior hasta entonces, asumiría el rol de delantero centro. Desde la directiva se apostó por la continuidad en el banquillo pese a los resultados -lo que se ha demostrado un
acierto- pero no así en la dirección técnica, donde a Albert Poch le tocó vivir
otra salida por la puerta de atrás por cuestiones de presupuesto. Ojalá el futuro
le depare una tercera etapa más amable y más justa.
Después de una vuelta sembrando,
los frutos llegaron en el primer partido de 2019 con la victoria ante el Sant
Ildefons. Fue el segundo punto de inflexión, que se vio refrendado con el
tercero, la primera victoria en casa ante el EFAC (3r clasificado por aquel
entonces), coincidiendo con la llegada/retorno de Kyeremeh, que tuvo un peso
muy importante -pero breve- en la recuperación del equipo.
A partir de ahí el Gavà fue otro,
ganó en confianza, se sacudió complejos, y fue uno por uno derrotando a todos
sus rivales directos, logrando salir del descenso. Después de algún lógico
traspiés, el rendimiento -por fin- en La Bòbila hizo el resto, con la emotiva remontada
frente al Mollerussa, el magnífico partido ante el Andorra, o el partido redondo
ante el líder Viladecans. Sea por la identificación con los jugadores, la mejora
de resultados, o la proximidad o entidad de los rivales, la afluencia de La
Bòbila ha crecido en estos últimos partidos de forma notable, e incluso me
atrevería a decir que se ve más gente joven en el campo. El domingo a la
entrada del estadio un niño le explicaba a su padre -que no acababa de
pillarlo- que el Gavà necesitaba un punto para asegurar la permanencia. Dado el
camino de los últimos tiempos, solo esa escena es ya todo un éxito.
En el apartado de números refrendar el formidable cambio de cara experimentado en el año 2019 con la clasificación que hubiese quedado si sólo hubiéramos tenido en cuenta este año. Recordemos que el Gavà cerró el 2018 con 11 puntos en 16 partidos, y en el 2019 ha firmado 31 en 18 encuentros. Otra historia.
Las estadísticas individuales han tenido como zamora a Kilian (1,07 ge/partido), como pichichi a Joan Vázquez (9), y a Quiles (6) como mejor asistente. El tema de quién ha sido el "mejor" os lo dejo a vosotros.
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